jueves, 7 de enero de 2016

¿Y qué hacemos con los taurinos?

   No me gusta el toreo. Pero conozco mucha gente que si, y que acostumbra ir a corridas. Padres de familia, estudiantes estudiosos...personas con quienes te tomarías unas cañas, totalmente cuerdas, responsables y bienintencionadas, pero con un lado oscuro en sus vidas. Acostumbran a ir a ´modernos´ coliseos donde se premia por asesinar poquito a poco a un animal de 500 kilos que nada les ha hecho.

   O quizá si. Uno de los razonamientos que más escucho por parte de quienes defienden estos espectáculos, es el hecho de que estas bestias (los toros) se crían en un ambiente idílico, pasan la vida trotando entre dehesas, fornicando con las mejores hembras y disfrutando de los mejores pastos y atardeceres del sur español. Y por eso merecen que les den boleto de un modo tan sádico? Apliquemos la misma regla con algunos políticos, les parece? Saquémosles al ruedo y partámosles la madre a machetazos. Muchos de ellos también han vivido a todo tren chupando de la piragua, y lo que es peor, de la  piragua pública. 
Dale, dale, hasta la cocina. Lo vas a pagar caro amiguito.

   También aducen que este espécimen estaría extinto de no existir las corridas ¿y eso da derecho a torturarlo? Podemos entonces criar perros pura raza (la que sea) y montar alrededor una cultura de ¨toreo¨ de los mismos -por ejemplo- a pedradas? Vestimos a las viejas con algún vestido regional y a ellos con un sombrerete ridículo y listo. Con el tiempo también lo etiquetarían como ´arte´.

   Este último punto se acerca al foco de mis interrogantes acerca de las personas disfrutan de una faena dominical en el ruedo. Me consta que sufren y se compadecen si ven un perro recién atropellado en la carretera, o cualquier otro animal que las está pasando canutas por la causa que sea. Sin embargo, les cabe una sandía por el culo del gozo que les causa el ver a un ridículo torero dando brinquitos alrededor de un toro que muge y agoniza de dolor. Reitero, que dada la inclinación de estas personas por la tauromaquia, sorprende la escasa relación de tal afición con el grueso de su comportamiento general, que puede ser tan bueno o tan malo como el de alguien a quien no le gusta el toreo.

   Entonces, ¿qué es lo que les hace disfrutar de algo tan cruel y bochornoso para la especie humana? ¿Acaso ven en la mirada del animal el orgullo de ser ajusticiado en una puta plaza a las seis de la tarde? ¿El orgullo de ser un toro bravo y morder el polvo como quien muere en la batalla salvando a su madre patria? Yo veo más bien una mirada de ignorancia, la mirada que ruega un por qué, lo cual no denota nada más que inocencia. Y eso sí que duele.


¨¿Acaso ven en la mirada del animal 
el orgullo de ser ajusticiado en una
 puta plaza a las seis de la tarde?¨

   Si es por el supuesto ´glam´ que rodea a este mundillo sólo queda una respuesta: son idiotas y no hay vuelta de hoja. Pero creo que la auténtica razón va más allá, y es algo que las facciones antitaurinas del mundo pasan por alto o ni siquiera se paran a pensar en ello.

   La sensibilidad del ser humano hacia estímulos que provienen del exterior es algo único e intransferible. Por ahí leí que la ´sensibilidad se hace consciente en el cerebro como experiencia subjetiva´. ¿Qué hace pues a estas personas disfrutar de la agonía de unos seres si y de otros no? Está claro que el software que cada uno de nosotros traemos al nacer no incluye la capacidad de disfrutar de la tortura de otro ser vivo (salvo excepciones, claro está). Cada uno de nosotros desarrollamos parte de nuestra sensibilidad en base a experiencias; por lo que es de suponer que los colegas taurinos se han de haber formado en ese ambiente durante su niñez o época de mayor desarrollo sensitivo y emocional; esto habría modificado parte de la sensibilidad innata que evita que el ser humano disfrute de este tipo de mierdas.

   Asi pues, estigmatizado lector mío, no creo propio el insultar a quien gusta de este circo. Es una cuestión de sensibilidades adquiridas. Y esto es lo que nos hace diferentes a las personas.

   Por último, tenemos el factor de la historia reciente a nuestro favor. De seguir ésta el mismo rumbo, podemos esperar que en una o dos generaciones más el toreo sólo exista en los libros de historia y se conozca como ´otra salvajada con la que se divertían nuestros antepasados´.

   Para un servidor, no es más que un espectáculo en el que un notas vestido de julai tortura a un morlaco así, por las buenas. Para diversión del personal que acude a ver la sangría. 


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